sábado, 26 de mayo de 2012

"El Duelo"

"El Duelo"

El duelo es una sensación de pérdida sin posibilidad de reparación. Puede tener distintas causas: la desaparición de un ser querido, o la pérdida de la salud o del trabajo. La muerte del padre o del esposo, un divorcio o un cambio de casa provocan emociones y sentimientos que tienen una base común. Las diferencias vienen marcadas por la intensidad y la capacidad de asumir el golpe.

ASUMIR LA DESAPARICIÓN DE LOS SERES QUERIDOS ES ALGO NATURAL, UNA EXPERIENCIA QUE HAY QUE ACEPTAR PORQUE FORMA PARTE DE LA VIDA.

La pérdida de un ser querido provoca que nuestro organismo se active a nivel motor, físico y cognitivo. Tenemos la sensación de vivir y sentir más intensamente.

Sentimos:

Arrebatos de dolor: Alucinaciones, angustia, que no queremos vivir más, que estamos desorientados.

Insomnio: Que queremos guardar todos los recuerdos, inestabilidad anímica, que no nos lo podemos quitar de la cabeza, celos...

Rabia: Miedo al futuro, pesadillas, que el difunto nos visita en sueños, que no sabemos qué hacer.

Ansiedad: Un peso en el pecho, que no podemos dejar de llorar, cólera.

Apatía: Desgana, inquietud psicológica, estrés corporal.

Todas estas sensaciones son naturales y lo normal es que aparezcan en algún momento del duelo. Asumirlas como parte de un proceso que inevitablemente hay que vivir nos ayudará a salir adelante.

Si estas reacciones permanecen durante un período de entre seis y dieciocho meses, estaremos hablando de un duelo normal. La persona va recuperando progresivamente la estabilidad, hasta llegar a una completa aceptación de la pérdida. A partir de ese momento puede rehacer su vida sin la presencia del ser querido.

Fases del proceso de duelo:

Para superar el duelo y retomar aquellas actividades que se fueron dejando atrás, hay que pasar por una serie de etapas.

No puede ser: La primera etapa es la negación. Surge como un mecanismo de defensa ante la pérdida del ser querido. A veces el cuidador tiene ensoñaciones y alucinaciones en las que aparece el fallecido.

Por qué a mí: Como reacción ante el vacío, la sensación de falta de apoyo y la soledad que conlleva el fallecimiento, los familiares reaccionan airadamente contra sí mismos y contra los demás.

Toda la culpa es mía: El cuidador comienza a buscar responsables de lo que ha sucedido y acaba echándose la culpa. "Si me hubiera enterado antes de lo que tenía", "Si le hubiera tratado mejor", "Si no le hubiera gritado". Esta es una de las etapas más importantes en el proceso de duelo y, si no se resuelve correctamente, puede durar toda la vida.

Yo también me siento mal: El familiar toma conciencia de la fugacidad de recuerdo, intenta conservar la imagen del difunto mediante fotografías y objetos. Al ir asimilando el dolor y la pérdida comienza a plantearse el futuro, lo cual le provoca depresión, inseguridad y miedo.

Se ha hecho todo lo que se ha podido: Llega el momento de aceptar la muerte y de tratar de rehacer nuestra vida. En esta etapa comenzamos a desprendernos de objetos y de recuerdos del difunto. Es el momento de la despedida.

Cómo ayudar a la persona en duelo

El duelo es un proceso personal que cada uno debe resolver según su propia sensibilidad, sus capacidades y recursos.

A continuación ofrecemos una serie de consejos básicos que pueden facilitar la tarea:

El duelo es una vivencia íntima. No hay nada malo en sentir dolor. Cada persona debe seguir su propio ritmo, sin forzarse. La persona que sufre necesita espacio para poder expresar sus emociones. Es importante poder disponer de tiempo para estar a solas. La compañía de familiares y amigos puede ayudarnos a sobrellevar la pena. El hecho de identificar cuáles son nuestros sentimientos, evitar la nebulosa emotiva, nos ayudará a controlar la angustia. El proceso de duelo nos ayuda a conocernos mejor, a superar los temores y el sentimiento de culpa. Tenemos que aceptarnos y planificar la vida de acuerdo con nuestras aspiraciones y deseos. Durante el proceso de duelo vivimos una gran sobrecarga emocional. No es recomendable tomar decisiones importantes. Resolver simbólicamente la despedida con el difunto nos permitirá recobrar la paz interior.

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