jueves, 21 de febrero de 2013

PRINCIPIO DEL VACIO




Principio del vacío…
¿Tienes el hábito de juntar objetos inútiles, creyendo que un día… (No sabes cuándo) vas a necesitarlos?.
¿Tienes el hábito de juntar dinero, sólo para no gastarlo pues piensas que en el futuro podrá hacerte falta?
¿Tienes el hábito de guardar ropa, zapatos, muebles, utensilios domésticos y otras cosas del hogar que ya no usas desde hace mucho pero mucho tiempo?.
¿Y dentro tuyo…?.
¿Tienes el hábito de guardar broncas, resentimientos, tristezas, miedos y demás?.
¡Eso jamás lo hagas!, ¡va contra tu prosperidad!.
Es preciso que dejes un espacio, un vacío, para que cosas nuevas lleguen a tu vida.
Es preciso que te deshagas de todo lo inútil que hay en ti y en tu vida, para que la prosperidad llegue.
La fuerza de ese vacío es lo que absorberá y atraerá todo lo que deseas.
Mientras estés, material o emocionalmente, cargando sentimientos viejos e inútiles, no tendrás espacio para nuevas oportunidades.
Los bienes necesitan circular…
Limpia los cajones, los armarios, el cuarto de enseres, el garaje.
Dona todo aquello que ya no uses.
La actitud de guardar un montón de cosas inútiles solo encadena tu vida.
No son los objetos guardados los que estancan tu vida, sino el significado de la actitud de guardar.
Cuando se guarda, se considera la posibilidad de falta, de carencia.
Se cree que mañana podrá faltar, y que no tendrás manera de cubrir esas necesidades.
Con esa idea, le estás enviando dos mensajes a tu cerebro y a tu vida;
1º.- que no confías en el mañana…
2º.- y que piensas que lo nuevo y lo mejor NO son para ti, por eso te alegras guardando cosas viejas e inútiles.
Deshazte de lo que ya perdió el color y el brillo.
Deja entrar lo nuevo a tu casa y dentro de ti mismo.
Joseph Newton

lunes, 18 de febrero de 2013

¿RECUERDAS EL DAÑO QUE TE HICIERON?


¿RECUERDAS EL DAÑO QUE TE HICIERON?
 
Si alguna vez en tu vida has odiado a alguien, justificada o injustificadamente, te invito a que pienses lo que esto significa.  Tú tienes un valioso tesoro que es tu tiempo, un recurso que minuto a minuto desaparece y que no es otra cosa que la oportunidad que todos tenemos de utilizarlo para descubrir nuestro verdadero ser.

¿Sabes qué sucede cuando estás odiando a alguien?  Le estás regalando instantes preciosos de tu vida a quien dices no querer.  ¡Qué contrasentido más grande!  Cada minuto que piensas en el daño que te hicieron, cada segundo que tu mente se ocupa en pensar lo lastimado que quedaste, lo malo de la ofensa recibida, le estás obsequiando las joyas más valiosas que posees a quien más dices odiar.

¿Y qué tal si la ofensa recibida no es tal?  Si resulta que tú fuiste el causante de la reacción de lo que ahora te duele.  ¿Qué tal si estás equivocado?  Porque puede ser. ¿No lo crees así?  En una forma u otra, el responsable de cómo te sientas eres tú mismo, eres tú quien sufre cada momento desagradable que recuerdas, eres tú quien revive, como si fuera hoy, los incidentes que consideras más dañinos para tu persona, y al hacerlo eres ofendido nuevamente.   Cada vez que lo recuerdas tu adrenalina en el cuerpo se libera como si fuera hoy, lo que sucedió hace ya mucho tiempo.  Tu organismo se envenena y tu alma también.  Tal vez por eso puedas entender ahora que perdonar a los demás es perdonarnos a nosotros mismos. 
 
EL PERDÓN
 
Dentro de los sentimientos y las emociones, el perdón es una de las facetas más difíciles de superar.  Casi todos tenemos una cierta resistencia para liberarnos de esa carga, aunque nos sea insostenible e imposible de seguir llevando.  Resulta que el perdón es nuestra única puerta para entrar a la vida plena.  No hay felicidad, alegría, paz, amor, bienestar, salud... sin perdón.  Es nuestra prueba más grande, es la apertura al amor, a la comprensión, a la compasión.
 
El perdón es un método poderoso para abrir el corazón cuando está cerrado a otros, a nosotros mismos o a la vida.  El enojo, la culpa, el miedo, la desconfianza... son algunas de las trabas que bloquean el corazón y su natural capacidad de perdonar.  Muchas veces no perdonamos por miedo, miedo a ser lastimados nuevamente, a que la gente no aprecie nuestra buena disposición, por orgullo, por no aceptar que hay otros caminos menos tortuosos para vivir, por prejuicio o por falta de amor.
 
Cuando perdonamos no se trata de ser "santos" y permitir un nuevo daño, es más, la persona a la que perdonamos no tiene que enterarse siquiera que lo hemos hecho.  El perdón solamente ayuda a la persona que perdona, al final tú decides si continúas con esa relación o te olvidas de cualquier acercamiento.  Perdonar no es solo hacerlo con los seres que de alguna u otra manera nos han dañado, es también hacerlo con nosotros mismos.  Aceptar que somos humanos, darnos el derecho de cometer errores y darnos la libertad de rectificar y abrir nuestro corazón para perdonarnos, aceptarnos y amarnos. 
 
Cuando somos capaces de perdonarnos a nosotros mismos, seremos capaces de perdonar ¡hasta a nuestro peor enemigo!

MEDITACIÓN

Trata de ver a la persona que te es difícil perdonar con ojos de compasión, y comprensión.  Comprende que cada persona hace lo mejor que puede en su momento y que solo cuenta con las armas que haya obtenido de sus vivencias. ¿Qué tipo de vivencias tiene esa persona? ¿Cómo fue su infancia? ¿Esa persona está rodeada de amor, o se siente rechazado?  El comprender las circunstancias que llevan a una persona a actuar haciendo daño nos ayuda a liberarnos del rencor.
 
ME DISPONGO A PERDONAR
 
Afirmación:
"Yo te perdono de todo corazón porque al perdonarte me perdono a mí mismo y libero para siempre mi ser de esos obstáculos que impiden mi crecimiento. 
 
Me gusta la sensación de libertad que siento cuando me quito la pesada capa de críticas, miedo, culpa, resentimiento y vergüenza.  Entonces puedo perdonarme a mí y perdonar a los demás.   Eso nos deja libres a todos. 
 
Renuncio a darle vueltas y más vueltas a los viejos problemas.  Me niego a seguir viviendo en el pasado.  Me perdono por haber llevado esa carga durante tanto tiempo, por no haber sabido amarme a mí ni amar a los demás.
 
Cada persona es responsable de su comportamiento, y lo que da, la vida se lo devuelve.  Así pues, no necesito castigar a nadie, todos estamos sometidos a las leyes de nuestra propia conciencia, yo también.  Continúo con mi trabajo de limpiar las partes negativas de mi mente y dar entrada al amor; entonces me curo. 
 
Louise L. Hay