
Sabes que tienes una cuenta pendiente. No te despediste de alguien
que ya no está entre nosotros. O te dejaron, se fueron, y no pudiste decir
adiós. ¿Qué tal si lo hacemos juntos?
Hay momentos de la vida en que perdemos a un ser
querido, por la razón que fuera: falleció, se fue lejos, para no regresar,-como
en el caso de las relaciones que terminan abruptamente y ya no hay vuelta atrás-
o hay alguien de nuestro entorno cercano que emigra y no nos podemos despedir
como quisiéramos. En estos casos quedamos indefensos en distintos aspectos de
nuestra vida. Podemos sentirnos defraudados, porque creímos que esta persona
estaría con nosotros para siempre (aunque su partida haya sido involuntaria).
Nos duele mucho caer en la realidad que ya no está. Nos damos cuenta que las
personas y las cosas que nos rodean tienen un tiempo limitado de permanencia
cerca de nosotros.
Tal vez fuimos engañados y nos ocultaron parte de la verdad. O estábamos en
malos términos con esa persona. O quizá quedamos inmóviles por la sorpresa que
nos dejó un gusto amargo en la boca, los ojos al borde del llanto y los oídos
llenos de palabras dolorosas.
Hablan de conformarse, y que la sensación de tristeza y de duelo que nos
embriaga ya pasará. Yo creo que hay algo todavía más positivo para hacer:
decirle adiós al recuerdo que nos angustia de esta persona, reivindicar lo
verdaderamente valioso que sembró en nuestros corazones y quedarnos con
ello.
El primer paso es dejar partir a la otra persona. Esto implica respetar la
voluntad ajena. La aceptación es la fuerza más poderosa que existe al servicio
del logro del bienestar que tanto deseamos. Aunque no entendamos qué pasó
cabalmente. Aunque no estemos de acuerdo o la despedida (si la hubo) haya sido
inesperada y resistida por nosotros.
Es probable que te preguntes por qué te pasó esto a ti o para qué tanto dolor
y tanta angustia. Considero que éste no es el momento de obtener estas
respuestas, todavía. Ya llegarán por sí solas cuando estemos listos para
recibirlas.
Éste es el momento de mitigar el dolor. Entonces, vayamos a lo que
verdaderamente te reconfortará:
EJERCICIO
Cierra los ojos e imagínate sentado frente a esa persona con la que tanto
compartiste, que ya no está contigo. Trata de aquietar tu respiración hasta que
respires lenta y pausadamente y sientas tranquilidad al respirar.
Una vez lo logres, fíjate qué te une a esta persona, en forma de lazos unidos
por moños. Pueden ser moños de colores, o blancos y negros, de anchos variados,
que adopten distintas formas, lo que sí puedes hacer es visualizar distintas
cintas atadas con moños. Algunos tendrán más claridad que otros, y unirán
distintas partes de tu cuerpo al de la otra persona.
Ahora, lentamente, irás desatando una a una las cintas, moño por moño, y
verás cómo te sientes diferente al hacerlo. Puede que aparezcan más lazos y más
moños que los que veías al principio, o que tengan otra forma, es habitual tanto
que haya más como que no los haya. Sigue desatándolos despaciosamente, hasta que
te des cuenta de que ya no hay ninguno. Tómate todo el tiempo que consideres
necesario.
El último paso es el más poderoso: agradécele a esta persona, desde lo más
profundo de tu corazón, que haya pasado por tu vida. Respira lo más hondo que
puedas. Fíjate cómo te sientes cuando suavemente pronuncias (en voz alta o para
ti mismo) palabras de agradecimiento hacia ese ser que tan importante fue para
ti.
El recuerdo que te ha quedado se modificará en los próximos días y podrás dar
pasos que hasta ahora te resultaba difícil siquiera pensarlos. Has liberado una
gran cantidad de energía que bloqueaba algunas áreas de tu vida y notarás que
esto, junto al estado de calma al que finalmente llegues, te permitirán
desenvolverte mejor en los caminos que de aquí en adelante transites.
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